Nos hemos acostumbrado a la opacidad y nos cuesta ser transparentes a todos los niveles. La ley de Transparencia estatal entró en vigor el 31 de diciembre de 2014 y sólo obliga de momento a la Administración Central, porque ayuntamientos y diputaciones tienen todavía margen para seguir siendo opacos. No es una buena ley, pero al menos en un primer paso para salir de décadas de oscurantismo.
La ley andaluza entra en vigor el 30 de junio y el gobierno en funciones de la Junta de Andalucía ha abierto ya el Portal de Transparencia para ir haciendo boca y preparando a funcionarios y administrados a las cuentas claras y la rendición de cuentas como norma.
Pero la inercia es grande en el terreno de las organizaciones políticas y las resistencias a los cambios culturales están muy repartidas desde los máximos dirigentes a los militantes de base. La campaña electoral para los comicios municipales del 24 de mayo ha regalado por ahora miles de generalidades bastante vacías y muy pocas concreciones.
Vivo en una localidad del Aljarafe, perteneciente al área metropolitana de Sevilla, y por ahora solo he recibido por vía postal la propaganda electoral de los dos partidos mayoritarios: PSOE y PP y la del Partido Andalucista. Siendo ésta última la que me ha sorprendido agradablemente por su esfuerzo de transparencia. Mientras que PSOE y PP se han limitado a enviar la papeleta con su lista y una carta muy genérica invitando a votarles el próximo domingo, la candidata del PA ha incluido un folleto con diez promesas y el compromiso de dimitir si a mitad de la legislatura no ha cumplido al menos cinco de ellas, la lista con las profesiones de los 21 candidatos a concejal y los tres suplentes, el enlace para descargarse el programa electoral completo, las direcciones en Twitter y Facebook, un teléfono de contacto y la dirección física de la sede.
Todo un ejemplo de buena práctica de transparencia para los dos primeros partidos de la Comunidad que ni siquiera han incluido una dirección de Internet en sus envíos postales de propaganda electoral.