Otras provincias andaluzas ya tienen una marca que identifica sus alimentos y bebidas. Sevilla cuenta con una Asociación de fabricantes de vinos y licores que, con el apoyo de la Diputación Provincial, promueve el consumo de proximidad de los vinos de las distintas comarcas sevillanas. Pero, no contamos con una marca o etiqueta como la de “Sabor a Málaga” que abarque el conjunto de la industria agroalimentaria y que sirva de reclamo a la demanda de productos kilómetro 0.
Las sierras Norte y Sur, la campiña, el Aljarafe… son zonas de una gran diversidad gastronómica que merecen un hueco en la trazabilidad de nuestras frutas y verduras. No se trata tan sólo de sumar un distintivo más a los productos locales, se busca también la excelencia a través de la sostenibilidad, del respeto de nuestro patrimonio y de la soberanía alimentaria amenazada por las multinacionales de las semillas y de la distribución.
La marca España, el sello Landaluz, el etiquetado de los productos provenientes de la agricultura ecológica no son incompatibles, sino complementarios, con la identificación que proponemos. Los ayuntamientos deberían sumarse a la iniciativa, invitando a las pymes a integrarse al tiempo que contemplan mejorar su diseño de producto, el embalaje, la promoción conjunta y el gusto por lo propio frente a la homogeneización que plantean las grandes cadenas de supermercados.
Para el sector turístico apostar por lo hecho en la provincia supone cultivar la diferencia en un contexto de competencia creciente donde la demanda quiere encontrar autenticidad, cuidado en el proceso e innovación. Aceites, aceitunas, frutas, verduras, embutidos y quesos, dulces, artesanías diversas, vinos y cervezas son bazas fuertes de la industria agroalimentaria provincial, que exporta ya a los cinco continentes.
Consumir productos con poco transporte es ayudar también a un medio ambiente más sano y luchar contra el cambio climático, así como echar una mano a la generación de empleo en una de las provincias con mayor paro.