Las autopistas portuguesas no aceptan buena parte de las tarjetas de débito de los bancos españoles. Además, las concesionarias lusas prefieren ver sus autopistas vacías a rebajar el precio abusivo de sus peajes. Lo mismo ocurre en un gran número de pequeños comercios portugueses que tienen en el turismo español una de sus fuentes de ingresos.
Dentro de España las zonas azules de aparcamiento de pueblos y ciudades son el paraíso de la incompatibilidad y la falta de coordinación. Sus terminales de pago, en muchos casos, solo admiten monedas o tarjetas de prepago del propio municipio. En muchas localidades no se han enterado de la existencia de las tarjetas de débito y crédito.
Todo ello aumenta la frustración y el cabreo de la ciudadanía que comprueba como a la hora de la verdad, de la práctica diaria, los que mandan diseñan productos y servicios de espaldas a las necesidades cotidianas de inmensa mayoría de la población a la que solo le queda sufrir las incomodidades provocadas por la incompetencia de gestores públicos y privados que solo obedecen a los oscuros intereses de los grupos de presión y de sus cúpulas directivas. Lo descrito respecto a España rige también aquí en relación a nuestros vecinos portugueses.