Preguntar en muchas ocasiones equivale a molestar. A los que mandan no les gustan las preguntas y por eso las evitan como pueden: huyendo de los periodistas, poniendo una pantalla de plasma o, simplemente, callando. Hablamos del calor, pero no he oído preguntar por el volumen de agua embalsada y cuanta nos va a quedar tras los desembalses que se harán antes de las próximas elecciones generales.
Pregunto si cuando nos enfrentemos a la próxima sequía estarán operativas las desaladoras anunciadas en la última que padecimos.
Ahora que todos somos expertos en Grecia y el PP se empeña en señalar las diferencias y amenazar con el destino heleno si Podemos llega al poder, conviene preguntarse por los problemas en común que tenemos con la nación griega: niveles parecidos de economía sumergida, abandono y despoblación del medio rural, papel preponderante de la Iglesia en la sociedad, frontera exterior de la UE,…
También me gustaría saber por qué se confina la transparencia en un portal y no se transparenta el conjunto de la administración. Si el Estado, la comunidad autónoma, la provincia y el municipio somos todos, por qué solo se se informa de los altos cargos de las instituciones y se ocultan los organigramas completos de la entidades públicas.
No quiero molestar demasiado, que con los calores aumenta la irritabilidad, pero me quedo con la duda: ¿a quien le importa el desastre climático y lo que se va a debatir en la cumbre del clima prevista para diciembre de 2015 en París?
Quizás por lo que hemos comentado a los de arriba tampoco les gusta que se pregunte al pueblo con demasiada frecuencia y la gente ejerza el derecho a decidir. Por eso el referéndum en Grecia ha sentado tan mal a los que cortan el bacalao y nos cortan un traje para famélicos que son legión, por cierto, gracias a la desigualdad galopante que se apodera del planeta.